viernes, 27 de noviembre de 2009

PENSAMIENTO COMPLEJO


Por: Eduardo Cagua
John Freddy Bastos


En un mundo más tolerante y menos belicoso, la complejidad no requerirá explicaciones. Esta seria totalmente explicita en el quehacer visionario de sus habitantes, incesantes generadores de nuevos rumbos para el conocimiento, y al mismo tiempo, descubridores de si mismos inmersos en un transito de mutación cultural irreductible, actores y espectadores a la vez de un drama convertido en fiesta. Pero no vivimos en el equilibrio caníbal y reduccionista de la irregularidad globalizada, de las demencias imperiales, de la uniformización de una ignorancia prepotente. Como en otras tantas épocas de la historia humana, a los espíritus sensibles solo les queda una opción: resistir, explorar, inventar.
Tal ha sido el itinerario del antropólogo, sociólogo y filosofo Edgar Morín, quien observó en toda su crudeza la realidad social, y centraba primordialmente sus investigaciones en el análisis de fenómenos culturalmente “desordenados” que se presentan como lo irregular, lo desviado, lo incierto, lo indeterminado, lo aleatorio. Y su obsesión pasó a ser la de sumergirse en el conocimiento de la organización misma de las cosas. Poco a poco fue convirtiéndose en un artesano del conocimiento multidimensional de los fenómenos humanos y fue elaborando un método capaz de capturar la complejidad de “lo real”, criticando duramente la fragmentación de los saberes. Posteriormente centró su labor en la creación y dirección de la asociación para el pensamiento complejo, hoy extendida en todo el mundo, con la misión de promover diversas formas d reflexión que permitan aportar respuestas al desafío de la complejidad que el mundo, la sociedad y e ser humano plantean al conocimiento científico, filosófico, político y militante.
CODIGOS
Para Morín, era necesario disipar una confusión inicial entre “complejidad” y “complicación”. Esta última surge de una inconmensurabilidad que desconcierta a los sentidos, de la multidependencia frente a factores casi siempre ingobernables, del enmarañamiento de interacciones entre una gran variedad de componentes que se diluyen o modifican cundo el individuo supone que los ha procesado y asimilado. Aquí Morín deduce que esta “complicación” puede no ser más que un fenómeno superficial, que obedece a leyes y principios combinatorios simples como, por ejemplo, los principios que gobiernan el código genético. En resumen, dice Morín: “todo seria simple si no existiera mas que la complicación, y la vida podría ser complicada al mismo tiempo que muy simple”. Esta simultaneidad entre la “complejidad”, cuya problemática debe plantearse correlativamente en el marco gnoseológico (el pensamiento de la realidad), y en el marco ontológico (la naturaleza de la realidad). Lo cual equivale a decir que la complejidad abarca al mismo tiempo los fenómenos, los principios fundamentales que rigen los fenómenos, y los principios fundamentales-metodológicos, lógicos, epistemológicos que rigen y controlan nuestro pensamiento.
RELIGAR
Morín relata incesantemente que el pensamiento complejo es ante todo un pensamiento que relaciona y que es el significado mas cercano al termino complexus (lo que esta tejido en conjunto). Ello equivale a decir que en oposición al modo tradicional de pensamiento, que divide el campo del conocimiento en disciplinas atrincheradas y clasificadas, el pensamiento complejo es un modo de religión (nótese que del termino latino religare emana la palabra religión). Por consiguiente, se opone al aislamiento de los objetos de conocimiento, los restituye a su contexto y, siempre que resulte posible, los reinserta en la globalidad a la que pertenecen.
CO-TEJIDOS
Durante todo su intinerario reflexivo sobre la complejidad que desembocó en los diversos volúmenes del método, se le impusieron los límites del entendimiento humano, los limites de la lógica, los limites del conocimiento, la superficialidad y la fragilidad de la conciencia. Percibo que por debajo y mas alla de lo concebible, por debajo y mas alla de lo pensable, se desvanecen las separaciones del espacio y el tiempo, se disuelve la materialidad y descompone la propia realidad. La única realidad que nos resulta cognoscible es coproducido por el espíritu humano, con la ayuda de la imaginación. Lo real y lo imaginario están cotejidos y forman el complexus de nuestros seres y nuestras vidas.
COMPLEJIDAD
Esa complejidad consiste en un circuito de conocimientos que funcionan atrayéndose mutuamente, y cuyo proceso permite concebir la reorganización transdiciplinaria de conocimiento. En el vértice de su antropolitica se encuentra el ser como individuo, como sociedad y como especie. Y el desafio incesante consiste en una reformulación de lo complejo para combatir la división y la simplificación del pensamiento, no para la misión imposible de completarlo sino para asumir que su realidad es enorme, invisible y misteriosa, porque la complejidad no es un concepto teórico sino un hecho de vida. Es el entrelazamiento y la interacción incesante de la infinidad de fenómenos y sistemas que componen el mundo natural. Este plantea tres desafíos:
La relación entre orden, desorden y organización.
La cuestión de la separabilidad o la diferencia entre lo separable y lo no separable.
El problema de la lógica.
De ellos surgen varias líneas de reflexión. La primera, invita a discutir la complejidad y todo dilema conceptual, sin dividir. Como segunda línea fundamental plantea la imprevisibilidad. Un pensamiento complejo debe ser capaz de no solo “religar” sino de adoptar una postura en relación a la incertidumbre. Y como tercera línea de investigación, plantea la necesidad de oponer la racionalización cerrada a la racionalidad abierta. La primera piensa que es la razón la que esta al servicio de la lógica, mientras que la segunda imagina lo contrario.
La complejidad no elimina la simplicidad ni debe confundirse con completud. Se sitúa en un punto de partida para una acción más rica, menos mutiladora. Morín cree que cuanto menos mutilador sea un pensamiento menos mutilara a los seres humanos. Toda su obra induce a recordar los desastres producidos por las visiones simplificadoras, no solo en el mundo intelectual, sino también en la vida.


EDUARDO CAGUA
JOHN FREDDY BASTOS

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